Pánico. Una conversación llevó a la otra y de pronto, no supe cómo, le estaba dando a Amelia vía msn la dirección completa de mi casa, y ella estaba prometiendo venir a buscarme al día siguiente para ir a una reunión de un grupo lésbico que lucha por no-sé-qué-derechos-que-nos-han-quitado.
Iba a venir a las 3:30. No puede ni almorzar. Nunca me han gustado los scouts, ni los fanclubs, ni los grupos en facebook. Las asociaciones no son lo mío. Además, qué iba a hacer yo rodeada de lesbianas. Estoy en una etapa en la que, o voy a querer coquetear con todas, o voy a salir arrancando con miedo.
-Antonia, te busca una niña- me gritó desde la puerta mi tía.
Terror.
Mi Tía miró un poco rara a Amelia, porque Amelia era un poco rara. Amelia me miró un poco rara a mí porque... Amelia era un poco rara.
-¿Vamos?
-Es que... me he sentido un poco... resfriada. -mentí.
Amelia me miró extrañada, después se puso a reír y me sacó de un brazo a la calle.
-Espera, tengo que ir a buscar mi bolsito.
Puse en el bolso todas las cosas inútiles de siempre más mis gotitas para los nervios. Y en un impulso ilógico, rápido, inexplicable, guardé también un rosario que había en el cajón de mi velador. Un rosario: mi mente se manda sola. Hay algo escondido en mi conciencia que aún cree, que aún está seguro de que ser lesbiana es pecado. Pero no lo medité mucho en ese momento.
Cuando salimos de la casa y mi tía ya no estaba para mirarla raro, me dijo:
-Que bueno que decidiste venir.
-¿Tú crees?
-Claro, vas a conocer gente como tú.
-¿Gente como yo?
-Lesbianas como tú.
-Creo que estás mal enfocada.
-¿No eres lesbiana?
-Sí.
Por alguna razón, me incomodaba. Y me asustaba también. Sentía que todo era mentira, que no tenía porqué estar hablando con ella. Que no teníamos cosas en común y yo no tenía nada que ver con las mujeres de su reunión. Por casualidad a todas nos gustaban las mujeres, nada más. Y no es como que un grupo se reúna porque les gusta el mismo equipo de fútbol, o el mismo grupo musical. Las "mujeres" es un concepto más amplio. No todos los hombres heterosexuales se andan juntando sólo porque les gustan las mujeres. No tiene sentido.
-No tiene sentido. -ese pensamiento se me escapó en voz alta.
-¿Qué cosa?
-Creo que no voy a poder ir.
-¿Por qué?
-Sé que me gustan las mujeres, pero no soporto a las lesbianas.
Lo había dicho mal. De la peor forma. Ni si quiera era lo que sentía. No era lo que quería decir. Amelia me miró con odio.
-No, no. No es eso. Me equivoqué.
-Ya sé qué eres.
-No, espera...
-Una típica mina confundida, lesbiana homofóbica, que no tiene nada claro, que es lesbiana, pero anda lejitos de las lesbianas, que puede que ni sea lesbiana en verdad, ¿sabes qué? Yo no te soporto a ti ¿Tienes algo que decir?
Me declaro culpable. No tenía nada que decir y no dije nada. Todo eso dolía y grité para adentro. Amelia se fue y me devolví a la casa.
Me encerré en la pieza y me prometí ir al sicólogo que mi mamá me había recomendado meses antes por mi estres estudiantil. A ver si alguien certificadamente cuerdo podía ayudarme.
Me tomé mis gotitas para los nervios (no recé ningún rosario) y me dormí, pensando en Consuelo.
Pero Consuelo es otro tema.
